Hay gigantes que pasan desapercibidos, y también gigantas, que haberlas las hay, ante las cuales te sientes enana. No las encuentras en los libros, ni en los de texto, ni siquiera en los de divulgación. Sin embargo, un cúmulo de circunstancias confluyen y acabas descubriéndolas, a veces, después de haberlas tenido delante. Cuando ahondas realmente en su historia y labor en la ciencia, la impresión es tal, que quieres de alguna manera agradecer el ejemplo que te ha supuesto su vida.
El último verano antes de la pandemia, una fundación que ni conocía, ofrecía estancias en el CERN, la catedral de la física, para profesores de secundaria y, por supuesto, solicité una sin mucha esperanza, pero un día recibí la feliz noticia de haber sido admitida. El júbilo fue mayúsculo. ¿Cómo explicar eso a mi hija? El Disneyland de los mayores que aman la ciencia, acabé diciéndole para que al menos entendiera el por qué de tanta alegría. Fueron 6 días muy intensos adentrándome en el mundo de lo muy pequeño, conociendo las entrañas del detector CMS, visitando la fábrica de antimateria, el primer sincrociclotrón, la sala en la que se anunció en 2012 el extraordinario descubrimiento del bossón de Higgs y demás instalaciones dedicadas a la física de altas energías.
Una tarde, un grupo de profesores visitamos el despacho A205 del edificio 32, el de Sau Lan Wu, una auténtica desconocida para mí antes de ir allí. ¿Quién era aquella mujer menuda y afable de avanzada edad? Pronto aprendí que tenía mucho que ver con el descubrimiento de la partícula divina, pero no conocía nada de su historia. Fue muy amable con nosotros, y nos obsequió con algunos detalles, a mí me dio un ejemplar de la revista de la universidad de Wisconsin, con un separador en una página que firmó ella misma. Guardé la revista entre mis cosas, y no pude leer un artículo sobre ella hasta la vuelta a España. A medida que leía me iba cautivando la lección de voluntad y esfuerzo que suponía la vida de Sau Lan Wu.
Su madre, fue la sexta concubina de un comerciante del jengibre en China, a la que el resto de esposas echaron a la calle poco antes de dar a luz. Durante la ocupación japonesa en 1941, tuvo que correr varias veces aterrada con Sau bebé envuelta en una mantita hacia los refugios antiaéreos . Tras una infancia marcada por penurias económicas y la escasa presencia de su padre, al terminar el instituto, Sau buscó en la biblioteca un listado de 50 universidades en EEUU, solicitó varias y, finalmente, la becaron en Vassar College, una escuela femenina de New York. Salió en barco del puerto de Hong Kong con 40 dólares, que estiró comiendo lo mínimo para mantener su frágil cuerpo de 40 Kg y aprovechó el trayecto hasta San Francisco para hacer más fluido su inglés hablando con los pasajeros. En 1964 se graduó en Harvard, siendo la única presencia femenina en clase de Física, y lloró cuando en la ceremonia de graduación un guardia de seguridad quiso echarla alegando que no se permitían mujeres en la celebración. No cejó en su empeño de seguir con su carrera investigadora, cobró menos que sus compañeros haciendo el mismo trabajo, sacrificó la maternidad, aunque fue madre de gluones y del quark encanto, arrojando luz sobre lo más íntimo de la materia y del universo. Trabajadora incansable, se ha pasado 32 años a la caza del bosón de Higgs y sus días aún continúan en el CERN, experimentando el goce profundo de descubrir.
Lo leído se quedó grabado en mi memoria, estaba profundamente impresionada por la historia de la científica que barrió, en una generación, 3000 años de sometimiento femenino bajo el yugo de las tradiciones.
Subrayé una frase: “La búsqueda es casi siempre larga y difícil, pero cuando los obstáculos golpean, te caes y te vuelves a levantar. Cree en ti misma. Mantente en tu determinación y harás algo grande”. No era una frase de autoayuda en un cuaderno para regalo, era un mensaje desde el corazón y la experiencia de una pequeña gran mujer. Era un mensaje motivador para futuras científicas, que ojalá se puedan subir a hombros de gigantas respetadas, admiradas y visibles.
MARÍA VICTORIA RÉGIL LÓPEZ
Profesora de Física y Química en el IES Jorge Santayana.
Anímate a comentar. Ya lo hicieron…