Ella es muy bonita. Su piel es arrugada como las nueces de una deliciosa tarta, pero suave, de terciopelo. A veces, me pierdo en sus ojos pardos, que son dos estrellas que lucen fuertemente en la noche. Navego por sus pestañas, finas como la hierba recién cortada y naufrago en sus párpados, que nunca pinta. Sus labios secos, parecen la arena de un desierto, siempre enrojecidos de carmín y guardan embriagadora historias de cuando era joven, que le gusta contar. Mi abuela es como un libro abierto, de tapas de franela, tan dulce por dentro como por fuera.
IRENE ABAJO MARTÍN 1º ESO A
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