¡Dios mío! Había llegado el día de los días: el día del superatracón. Su barriga estaba feliz, su cuerpo estaba alegre.
Y degustó el primer trozo de aquel jugoso pollo, mientras miraba a toda su familia. El Día de Acción de Gracias era especial para Álvaro.
Sobre la mesa reposaban diversos manjares: unas picantes guindillas, un basto, pero sabroso chuletón, unas apetitosas gambas, un gran cuenco con múltiples frutas tropicales, una exquisita salsa de trufa para condimentar los solomillos…. Álvaro se encontraba rodeado de manjares dignos del Olimpo. ¡Los sabores bailaban en su boca! Y su familia pensaba igual. En ese instante comenzó una ordenada pero ansiosa batalla por todas aquellas delicias.
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