De calcetines rojos

«Un escritor profesional es aquel aficionado que nunca se dio por vencido». – Richard Bach.

Así escriben dos alumnas “aficionadas” de nuestro instituto.

El jefe de la Academia De Aprendices De Detective puso una prueba a todos sus alumnos. Esta era la que haría que pasaran al primer grado de todas las fases hasta llegar a ser un profesional.

A Emma le hacía especial ilusión porque era su sueño desde que empezó en la academia, ella tenía que hacerlo lo mejor posible.

El primer papelito decía “Alguien que lleva dentro un artista, te proporcionará la segunda pista”.

Ella ya sabía quién era, estaba clarísimo, era la mujer más extravagante y peculiar del pueblo, la señora Fernández, siempre llevaba prendas muy coloridas y pintorescas. A menudo se la veía por la calle con un vestido de lunares gigantes y verdes, y un enorme sombrero violeta con plumas de pavo real. La pista decía que ella era una artista porque todas las veces, se presentaba a los concursos de teatro que preparaba el alcalde.

Emma llegó a la casa de la señora Fernández, llamó a la puerta, pero no había nadie, así que entró. Buscó y buscó por mucho rato, mirando en cajones o en sitios clave que su maestro les había comentado… Hasta que encontró una carta que estaba escrita con un código extraño, le costó descifrarlo, pero al final lo consiguió. Mencionaba un calcetín rojo, una tetera y también que tenían que entregarla para superar la prueba. La tetera la encontró al momento, pero se pasó una hora buscando el calcetín rojo. “¿Cómo es que buscar un calcetín de color tan llamativo resulta tan difícil?”. Estuvo pensando, recordando cada detalle de la mujer, y unos minutos después se acordó de que ella siempre llevaba calcetines rojos. La última vez que la vio en la panadería los llevaba con algunas manchas de cenizas, “¡estará en la chimenea!” pensó. Fue corriendo a la sala de estar y rebuscó en la chimenea, después de un tiempo lo encontró y llevaba pegado una nota, que como suponía Bonnie era la tercera pista.

MARINA BECERRA RÉGIL 1º ESO C

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, no podía salir de casa sin él.

Como todos los días tras el accidente, necesitaba un calcetín acorde con su estado de ánimo, se sentía mejor así. Se había vuelto mucho más cerrada y reservada, y detestaba hablar de sus sentimientos, sobre todo con completos desconocidos que cobraban por enterarse de sus problemas. Había decidido que era mejor afrontar el día con colores y que no volvería a hablar con ninguno más de aquellos amargados.

Aquel día era rojo. Los tonos rojizos del amanecer que había contemplado eran la firme prueba de ello. Además era un color intenso y motivante, justo lo que necesitaba.

– ¡Celia, nos vamos! – gritó su madre desde el pasillo.

Rápidamente se puso el calcetín rojo que había encontrado tras la cómoda, se sentó en su silla y avanzó hasta la entrada, donde su madre la esperaba para llevarla al hospital.

Durante el trayecto su cabeza dio muchas vueltas. Habían pasado casi dos meses desde el accidente que tanto le había quitado. Aún no asimilaba todo aquello. Le faltaba una pierna y Carol no estaba. Había perdido a su mejor amiga por culpa de un niñato borracho. ¿Y si no hubiesen ido al cine? Nunca lo sabría y, por mucho que doliese, no podía retroceder en el tiempo.

Su madre la miraba de reojo preocupada. Sabía que no pasaba por un buen momento, pero saldrían adelante juntas, estaba convencida.

Cuando bajaron del coche, Celia estaba extremadamente nerviosa. Comenzaba con las sesiones de rehabilitación. Sabía que iba a ser duro, pero se esforzaría. Sólo esperaba que aquel esfuerzo diera sus frutos.

PATRICIA CASILLAS SÁNCHEZ 1º ESO C

 

1 comentario

    • Luis Chía el 28 de noviembre de 2020 a las 19:57
    • Responder

    Bravo por las “aficionadas”. Van para nivel avanzado

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