Y sucedió como temía. Aquel coche blanco arrolló a varias personas, entre las que se encontraba la Sra. Maribel.
Rápidamente, me acerqué al lugar, y, sin percatarse nadie, robé los zapatos de la baronesa y salí corriendo. Pero esta historia viene de muchos meses atrás.
Yo trabajo de asistente de sala en el bingo más famoso de la ciudad; bueno, digo bingo porque es la sala más conocida de la casa de apuestas, y donde yo llevo trabajando desde hace más de un año.
Dos personas eran fijas cada día: Maribel, una ludópata y conocida baronesa extremadamente rica, y Ramón, un empresario riquísimo también, que padecía una enfermedad mental causada por estrés que le producía brotes psicóticos, por lo que debía medicarse.
Desde el principio hice buenas migas con ambos. Maribel se me mostró honrada y afortunada, llegándome a insinuar que su riqueza provenía de la cantidad de apuestas que había ganado. Ramón, por su parte, me cogió muchísimo cariño desde el principio, diciéndome que aunque pareciera muy feliz, era desafortunado en las apuestas y en el amor. Toda esta cercanía se debía a que yo era el único asistente de sala, por lo que antes, durante y después de cada partida debía ir a atenderlos continuamente, ya que ellos eran clientes fijos y se me exigía trato especial hacia ellos.
En general me parecieron buena gente, pero para mi gusto, me contaban cosas que no veía necesarias, como que habían sido pareja años atrás y por ello no se hablaban. Lo que yo no sabía es que su ruptura le causó a Ramón una depresión y su enfermedad. He de admitir que me daban pena.
Poco a poco, fui dándome cuenta de que Maribel sí era afortunada. Prácticamente cada día, ella tenía un bingo, una línea o un premio en algunos de sus cartones. Ramón, al contrario, nunca ganaba, y eso le desesperaba y compraba más y más boletos.
Ayer, el bingo organizó una sesión especial en colaboración con otras casas de apuestas, con un premio desorbitado: 1.000.000 de € a la línea y 80.000.000 al bingo. Sí, tanto dinero porque sólo podían participar personas con mucho capital, pero aún así no me explico de dónde lo sacaban y por qué lo ofrecían de premio.
La noche se desarrolló en un ambiente de tensión, con todo el mundo a la expectativa. Los diecinueve primeros números que salieron del bombo los tenía Ramón, por lo que le quedaba tan solo un número: el 77. Podía sentir la expresión de felicidad del empresario, pero a partir del vigésimo número, se le cortó la racha. Maribel no se quedó rezagada y tras el número 46 que acababa de salir, a ambos les quedaba un número, el de ella era el 71.
Salió, y el número afortunado fue el 77, pero el destino quiso que la lectura del número fuera errónea, y el agraciado resultara ser el 71. Maribel se subía por las paredes de euforia. Ramón, no sabía dónde meterse; su indignación era clara.
Al ser el premio tanto dinero, tuve que acercar un cheque a la ganadora. Mientras se lo entregaba pude escuchar una conversación con sus amigas en la que ella decía “Amigas, si me sucede algo, me gustaría que el dinero fuera todo para una sobrina mía que trabaja en Suecia. Aunque haré eso mismo si me encuentro sana, en cualquier caso seríais las encargadas de que lo recibiera, puesto que no tengo familia aquí”…
No pude seguir escuchando, pero lo que sí capté fue cómo introducía el cheque en un zapato…
El otro lado de la moneda dejaba ver a Ramón. Estaba solo y me llamó. Ésta fue la última conversación que tuve con él, decía “Chico, tú eres el único que no me ha fallado… Ambos sabemos que ese dinero es mío… Aunque el cheque está a nombre de su familia… Qué puedo hacer… Ya era mío…… Ya sé…”
Me contó su plan con todo detalle, incluso hora y lugar. Me quedé impresionado; era lo más retorcido que había oído nunca.
No podía hacer nada… ¿O quizás sí?… Si me ve, moriré… De acuerdo, así lo haré, dije para mí mismo.
Se despidió el chalado de mí. Me dijo: “Chico, este dinero es dinero perdido. Si no es mío no será para nadie”. Acto seguido se montó en su coche blanco y se alejó…
HUGO LÓPEZ DE JUAN1º ESO C
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