Tumbado en la hamaca de la terraza, el fuerte calor de julio me estaba adormilando.
De pronto, oí un fuerte ruido. Me acerqué a la barandilla y en la acera, cerca de los contenedores, estaba “la tía María”.
No es mi tía, pero todos en el pueblo la llamamos así. Es muy conocida por todos porque cuando era más joven nos curaba las torceduras de tobillo, de muñeca, las inflamaciones de ligamentos etc.
Con sus manos, unos ungüentos que ella preparaba y unos masajes nos curaba. Ahora, por culpa del reúma, de la edad y de la llegada de los fisioterapeutas, ya no lo hace. Por su trabajo cobraba la voluntad.
También sembraba una huerta y repartía los productos que le sobraban con los más necesitados del pueblo. Es lo que se dice, una buena persona.
La anciana con mucho esfuerzo empujaba un carretillo lleno de trastos viejos. Bajé a ayudarla.
-¿Qué está usted haciendo?- le pregunté.
– Estoy limpiando el garaje. – Me respondió.
– Si quieres algo de lo que estoy tirando, te lo puedes quedar – me dijo la señora.
Revolví entre todos los trastos. Encontré la manta eléctrica que utilizaba algunas veces para poner calor en las partes doloridas.
Decidí quedármela. Seguí buscando algo interesante. Encontré una bombona de butano vacía. También me la quedé. Continué buscando pero no encontré nada que me gustara.
Subí a mi casa con los dos objetos. Enchufé la manta y aún funcionaba. “Tal vez pueda venderlos en el mercadillo solidario “, pensé. Pero hasta Navidades no lo hacen.
También puedo quedármelos de recuerdo pero mi piso es muy pequeño y la bombona ocuparía mucho espacio.
Después de darle muchas vueltas, decidí que lo mejor sería poner un anuncio en el periódico local, en el del pueblo. Lo dirige Paco, “ El Colorao “. Lo llamamos así porque es pelirrojo. Seguro que alguien los compra porque en este pueblo estamos muy unidos. Siempre nos ayudamos unos a otros.
Con el dinero que obtenga, le voy a comprar una placa a “La Tía María“. Que ponga: “Para la “Tía María“, la masajista”. Con cariño de todo su pueblo. La colgaré en el Ayuntamiento, al lado del reloj. Así cada vez que toque las horas, nos acordaremos de ella.
DAVID GONZÁLEZ BLASCO 2º ESO A
Anímate a comentar. Ya lo hicieron…