He cabalgado muchas veces con él, desde la habitación prohibida de mis padres hasta la cocina. Mancha no solo era un caballo, si no también mi mejor amigo. Su cabeza tenía un pelaje marrón y una mancha blanca debajo de sus ojos. Al menos así lo recuerdo, porque con los años ha ido cambiando de color. Ahora su pelaje marrón está apagado y la pequeña mancha ha ido cogiendo un color amarillento.
Mancha fue un regalo de una vecina ciega. Yo la visitaba todos los días después de comer. En su casa, la encendía la televisión y hablaba con ella, ya que vivía sola. Muchas veces me daba algún dulce que siempre tenía guardado en una caja. Aún recuerdo el olor de su casa, limpia y silenciosa.
Aquel día no me ofreció ningún dulce, si no que me dio un paquete. Lo abrí y al ver a Mancha me alegré. Supe que cómo Mancha no había otro caballo y seriamos amigos.
Pasaron días, meses y años y yo seguía galopando con Mancha. Ahora mi vecina no está, se ha ido a una residencia lejos de aquí, pero cuando veo a Mancha, siento que sigue ahí.
SILVIA RESINA PINDADO 1º ESO D
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