“Siempre que he ido de vacaciones a un sitio lejos de mi ciudad he cogido el coche, un autobús, un barco, un avión, pero nunca había ido a pie a ninguno de estos destinos. La idea de hacer el Camino de Santiago me llamaba mucho la atención ya que las personas de mi entorno que lo habían hecho hablaban de lo espiritual que era y cómo te hacía pensar en cosas más amplias de las que usualmente pensamos. No entendía por qué andar hacia un destino concreto me iba a hacer reflexionar. Aun así, me apunté al viaje para descubrir esa nueva perspectiva de la que todo el mundo hablaba. Anduvimos bastantes kilómetros diarios repletos de piedras en el camino, mosquitos, calor, rozaduras y alergias, pero también de risas, conversaciones profundas con gente que no podías imaginar, amigos nuevos y un increíble sentimiento de superación cada vez que veíamos los kilómetros quedar atrás y contábamos las conchas de Santiago.
Conforme andaba y veía el entorno que me rodeaba, pensaba en las pequeñas cosas, en las grandes cosas, en las cosas que no se ven y en las que solo se pueden sentir. Fueron en esos momentos y en los que veía toda la gente de distintos lugares, en los que me di cuenta de que esto no es solo un camino de tierra, si no un camino que te ayuda a pensar en la vida y en el simple hecho de vivir, de qué están formadas las cosas y que fueron antes y serán después, en la gente que te rodea y en lo que hay dentro de nuestra conciencia.
Por lo tanto, seamos católicos, musulmanes, judíos, agnósticos o ateos, el Camino de Santiago es una experiencia única y que cobra vida con el significado que le demos cada uno. “
MARINA BECERRA RÉGIL, 4º ESO A
“El viernes 18 de abril comenzó nuestro Camino de Santiago a las 8 de la mañana, con un largo viaje en autobús de unas 5-6 horas aproximadamente. Partimos del pequeño pueblo de Samos y emprendimos una primera ruta de 15 kilómetros; las de los siguientes días fueron respectivamente de 25, 28, 20 y 6 km. La ruta que personalmente se me hizo más pesada fue la del segundo día, los 25km, los demás días fueron más entretenidos para mí (aún siendo rutas de más de 6 horas). El tercer día, en la la mitad de la ruta, paramos en un pueblo a reponer fuerzas y a comer pulpo a la gallega en un restaurante; la verdad es que estaba bastante bueno. En cada ruta solíamos parar a la hora del almuerzo, de la comida y, si llegábamos, a la de la merienda, en distintos bares que nos íbamos encontrando por la ruta; para mí destacó un restaurante en el que paramos a comer el segundo día de camino, en el que me comí un plato combinado muy sabroso. Respecto al hospedaje, todos los días dormíamos en un pueblo llamado Arzúa, en el albergue de Teresa, una mujer muy agradable que nos trató y nos alquiló sus aposentos. Las rutas las retomábamos donde las habíamos dejado el día anterior y nos llevaban y nos recogían al principio y al final de la ruta los dos autobuses con los que viajamos.
Nos levantábamos a las 7 de la mañana todos los días, recogíamos las habitaciones, nos preparábamos y a las 7:30 bajábamos a desayunar todos juntos al comedor y sobre las 8-9 poníamos rumbo a la ruta que correspondiese ese día. Dependiendo de la longitud de la ruta, llegábamos antes o después al albergue de nuevo, normalmente entre las 20-22 de la noche. Teníamos un tiempo para ducharnos y bajar a cenar, después, podíamos salir por las calles de Arzúa a dar una vuelta y despejarnos. A las 23 horas teníamos que estar en el albergue y a las 24 horas, dormidos. Mi conclusión sobre este viaje es la siguiente: conoces gente, paisajes preciosos (como no podía ser menos de Galicia), te lo pasas bien con tus amigos tanto en el camino como en el tiempo libre… Una experiencia única que sin lugar a dudas repetiría.”
GABRIEL LÓPEZ DOMINGO, 4º ESO B
“El Camino de Santiago es un viaje transformador que ofrece la oportunidad de explorarse a sí mismo mientras recorres paisajes impresionantes y pueblos con historia. El Camino también es una invitación a la comunidad al darte la oportunidad de conocer a nueva gente. Con cada paso, el Camino de Santiago ofrece una combinación única de aventura personal y conexión humana.
Pero no todo es espiritualidad y religión, también hay momentos de diversión, momentos en los que dejamos de lado la vida cristiana y nos dedicamos a nuestro ocio. Por ejemplo, unos nos perdimos por las calles de Arzúa y realizamos diversas actividades, tales como ir a ver al Arzúa CD jugar, ir de compras o incluso disfrutar de un agradable paseo por las calles gallegas. Otros se quedaron en el hotel y organizaron actividades por su cuenta, carreras con maletas, fútbol o incluso fiestas clandestinas en las habitaciones.”
ADRIÁN BLANCO HERNÁNDEZ, 4º ESO A
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